Todo está por hacer y todo es posible
Esta frase de un poema de Miquel Martí i Pol podría resumir la situación del turismo en Cataluña.
Cataluña posee una situación geográfica envidiable, unos paisajes magníficos, unos contenidos culturales de gran interés y unas infraestructuras de alojamiento turístico altamente competitivas, que sufre una situación de estancamiento preocupante.
Cataluña lleva meses centrada en las jornadas electorales iniciadas el pasado octubre y que se prolongarán hasta la primavera del 2012. Decir elecciones es sinónimo de cambios y también de parálisis ejecutiva. Elecciones quiere decir suspender actos o acciones comprometidas, aplazar la toma de decisiones para no herir a posibles votantes, o simplemente no hacer trabajo que posteriormente pueda beneficiar el nuevo poseedor del cargo.
Cuando tras las semanas pre-electorales, las semanas electorales, las semanas de recuento de votos, las semanas de negociación y de pactos, las semanas de toma de contacto con el cargo, con los técnicos de los departamentos y con el sector, el nuevo responsable de turismo (municipal, comarcal, provincial, nacional o estatal) llega a la conclusión de que el turismo es (más allá del viaje de luna de miel) una actividad esencial para la economía y la ocupación de este país, volvemos a estar a las puertas de una nueva campaña electoral.
La transformación del mercado turístico internacional entre los periodos electorales del otoño de 2006 y la primavera de 2008 y el actual que empezó el pasado otoño y durará hasta la primavera próxima, ha sido espectacular. Hemos pasado de los años más dorados y productivos del turismo en Cataluña, con cifras récords de visitantes y gasto, a vivir temporadas extremadamente críticas en ocupación y sobre todo en consumo, como las de los veranos 2009 y 2010. En este periodo de tiempo hemos visto cómo el comercio electrónico se convertía en el principal canal de comercialización de las plazas de alojamiento; cómo la venta anticipada daba paso a la compra de última hora; y cómo esta situación propiciaba, ante la caída de la demanda, una auténtica subasta de precios en algunos destinos.
Ante este nuevo escenario, las empresas se han visto obligadas a recortar los equipos, a bajar precios, a modificar sus estructuras comerciales, a apostar decidida y rápidamente por las nuevas tecnologías. Pero en este mercado global las empresas de alojamiento han dejado de ser el producto principal y se han convertido en un elemento periférico o secundario del destino turístico. Son los destinos y las marcas turísticas las que concentran el interés de los públicos potenciales. La accesibilidad de un destino, la imagen percibida de sus contenidos culturales y de ocio, la capacidad de generar nuevas expectativas y de ofrecer nuevas vivencias, son los elementos claves del éxito turístico en el mercado actual.
Dedicarse a la política y ser conocedor al mismo tiempo de la realidad turística, podría no ser estrictamente necesario. Pero cuando se tiene en esta cesta que se exhibe con orgullo, un altísimo porcentaje de su PIB y de la gente ocupada, y se atreve a decir que el turismo debe ser una de las principales herramientas para salir de la crisis, se tiene la obligación también, de entender que una actividad estratégica para la pervivencia del país, requiere recursos para una buena promoción del destino, una reinvención de las estructuras promocionales para adecuarlas al cambio, unos equipos de profesionales en los cuales confiar mande quién mande, y una voluntad y capacidad de liderazgo que hace mucho tiempo nadie de los que mandan ha sacado del armario.
Pedir que todo ello se haga en colaboración con el sector privado es simple poesía.
Martí Sabrià i Deulofeu