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El dedo en el ojo

Una reflexión de como las previsiones meteorológicas en los medios de comunicación condicionan la actividad turística.

Un entrenador de fútbol portugués ha convertido en hecho material y tema de tertulia la conocida frase de poner el dedo en el ojo. Hasta la final de la supercopa cuando alguien decía “A este le han puesto el dedo en el’ojo” se referían a que alguien le molestan constantemente sin motivo especialmente aparente.

Al sector turístico también le han puesto de manera ostensible el dedo en el ojo. Me refiero a una etnia que ha adquirido mucho protagonismo y capacidad mediática en los últimos años, elementos que disponen de una alta cuota de pantalla diaria: los hombres del tiempo de la televisión.

Uno de los más conocidos un día dejó el trabajo hecho y grabado, y marchó de su puesto de trabajo para acudir a algún lugar probablemente más interesante y divertido. Pasadas unas horas, su previsión de una tarda y noche tranquilas meteorológicamente hablando, se emitía por antena coincidiendo con una tormenta de grandes dimensiones que colapsaba la capital catalana.

No sé si han pasado diez o más años de aquel hecho pero la sensación es que todavía estamos pagando aquel error. Hoy cualquier espectador seguidor de la información meteorológica mínimamente vivaracho podría substituir al hombre del tiempo de turno.

Sólo se trata de, con un buen chorro de simpatía, empezar el lunes no diciendo nada del magnífico tiempo que ha hecho el fin de semana pasado, y decir que la semana será tranquila pero que hay indicios de que el jueves por la tarde el tiempo cambiará, el viernes las nubes serán los amos del cielo y el sábado y el domingo los truenos y rayos serán de tal intensidad que lo mejor que se puede hacer es quedarse a casa. Así una semana tras otra.

La última semana de agosto tras haber puesto en alerta a toda la población e incluso al gobierno, que activó un plan Inuncat, ante la inminencia de unas trombas de agua como los que llevaron a Noé a construir su arca, y ante la evidencia de que con el agua caída no había suficiente ni para regar el campo del Barça una media parte de un partido de liga, salieron bien compungidos el lunes por la mañana pidiendo perdón.

Pocas horas después en el informativo de la noche, con la absolución (sin penitencia), concedida por la comprensiva audiencia, ya anunciaban que el primer fin de semana de septiembre la lluvia pondría fin al verano climatológico.

Ahora que con la vuelta al cole se acaba la temporada de verano y el turismo domestico vuelve a entrar en aquella fase de aletargamiento que se prolonga durante todo el otoño, el invierno y la primavera, sólo rota por pequeños paréntesis de alta actividad, como Navidad o Semana Santa, los hombres del tiempo son especialmente peligrosos.

En las comarcas, ya sean de litoral o de interior, en época de crisis como la que sufrimos desde hace ya tres años, este periodo se percibe muy largo para las empresas. Algunas se plantean incluso cerrar unos meses, antes que seguir perdiendo dinero como los dos últimos inviernos.

Se agradecería que en estas circunstancias, nuestros estimados hombres del tiempo, que en la intimidad admiten que en una previsión de más allá de 3 días, tienen las mismas posibilidades de acertar que de errar, se dotaran de un tono positivo para ayudar a sumar y no a restar en momentos de tanta dificultad.

Cómo ha quedado claro las últimas semanas esto de poner el dedo en el ojo es francamente feo y quizás censurable.

Martí Sabrià i Deulofeu

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