¡Bienvenidos al Sur!
No importa que desde que hacemos estadísticas los turistas y visitantes nos digan que somos un pueblo ruidoso, no importa que hagamos campañas de sensibilización para reducir la contaminación acústica, y no importa que llamemos a la Guardia Urbana para quejarnos de las molestias del exceso de decibelios, porque somos ruidosos y parece que no hay nada que hacer.
Es igual si son cuatro gatos, si son las dos de la madrugada o las doce del mediodía, lo cierto es que en cualquier caso y sin excepción, pondremos la megafonía al máximo volumen, y el señor del micrófono levantará la voz como si se tuviera que dirigir a las tropas de Gondor o a la humanidad entera.
… Y cuando llega el verano, los bailes del viernes al atardecer vuelven a animar los pueblos costeros tanto si quieres cómo si no, con aquella música de verbena, la misma de cada año -repertorio de pasodobles que comparten todos los grupos musicales del país- Sin duda para goce de quien llega de la ciudad, buscando la tranquilidad y el reposo de una villa marinera, y no del consejo de ancianos local, que todavía ve el turismo en clave del viejo tópico hispánico "de día Siesta, de noche Fiesta".
Es caso imposible. Debo ser el único individuo del país que llama a los teléfonos de la Policía local para quejarme del ruido gratuito. Que no es necesario que aquellos que residimos en un radio de un Km del punto de salida de la maratón popular debamos de vivir la experiencia desde el salón de casa y con las ventanas cerradas, como si nos encontráramos en la misma línea de salida. El único que llama para recordar que son las tres de la madrugada, …Debo ser el único, porque nunca ha pasado nada de nada.
Francamente, quizás esto nos lo teníamos que pensar. Estaría bien que dosificáramos nuestras energías y que nos reservamos el arrebato y los decibelios, para cuando sea necesario y nos toque de verdad.
¿Somos y seremos ruidosos?
Marcel Forns Bernhardt