Enoturismo, vieja dedicación, nueva profesión
En el contexto socioeconómico actual se generan una serie de actividades que hace unos años eran impensables, debidas al ritmo de vida o también a la mayor productividad, que da como resultado un incremento del tiempo libre o para dedicarse a trabajar más, en el caso de los adictos. Profesiones tales como personal shopper, para poner una extravagante, o programador de apps de móvil, como una más cotidiana, serían inimaginables hace sólo 20 años.
Una de las profesiones ligadas al tiempo libre que está emergiendo con fuerza es el especialista que combina un buen conocimiento del vino con el de actividades de ocio pensadas para turistas. La palabra clave es «vivir una experiencia» que haga sentir a quien la hace como un Robinson Crusoe del vino. Solo en una isla, descubre maravillas que no había visto antes y se siente cercano a la naturaleza y a una historia de profundas raíces. La cadena de valor que generan estas actividades está lejos de ser explotada aún hoy y se necesitan especialistas para saber extraer lo mejor de cada área, tejiendo un entramado de actividades que permitan al visitante disfrutar pero también aprender, en actividades de alto valor cultural.
El turismo del vino tiene muchas caras: quizás la más antigua es la cata del vino, pero también paisajes cambiantes en diferentes épocas del año, conocimiento de las diferentes prácticas vitivinícolas y la posibilidad de practicarlas, la gastronomía de las zonas vitivinícolas; también el maridaje en general, a ser posible en restaurantes icónicos por tradición o reconocimiento. Hospedarse ya sea en hoteles, pensiones, casas rurales y todo tipo de lugares donde pernoctar cerca de los paisajes con esta geometría tan particular. Pero también están las tradiciones y la cultura, desde exposiciones, centros de interpretación, museos, conferencias, festivales de música o de cine. Cultura del vino que es exportable y permite a un brand manager —otra actividad que relaciona marketing y cultura— explicar a un chino cómo hacían el vino los romanos y que la marca que representa son los herederos de esta tradición.
Un punto aparte es la explotación de restos históricos, especialmente en los países con tradición vitivinícola milenaria y que precisan de una profunda exploración para poder construir un relato del origen del vino en cada zona, relacionándolo con los restos actuales. El Mediterráneo, como cuna de nuestra cultura, está repleto de ejemplos.
El turismo del vino se puede decir que nació sólo como excusa para ir a comprar vinos. Una vieja dedicación de muchas bodegas era la venta en la puerta, pero siempre antes el visitante probaba entre los diferentes vinos de la bodega cuál le gustaba más. Y hacía una visita en la que se le mostraba lo que se podía encontrar. Hoy, el turismo es el objetivo y el vino es la singularidad, un elemento sobre el que pivotan toda una serie de actividades que en algunos casos nada tienen que ver con el vino, como un paseo en bicicleta, eso sí, entre viñedos.
Toda esta profesionalización precisa de especialistas polifacéticos que posean conocimientos de vino, de gestión turística, de marketing y que sepan construir historias con los elementos que tienen en sus manos. El próximo año la Universidad de Oporto, la Universidad de Burdeos y la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona iniciarán un programa de formación en «Innovación en Turismo del Vino» con proyección mundial en este ámbito. Este Master Interuniversitario, reconocido por la Unión Europea como formación de referencia con el sello Erasmus Mundus, tiene como objetivo formar estos especialistas. En dos años los estudiantes recorrerán los tres centros recogiendo su conocimiento en este campo.
Joan Miquel Canals
Decano de la Facultad de Enología de la Universidad Rovira i Virgili
@JMCanals