Ya tenemos impuesto turístico
Una opinión crítica con la tasa turística catalana al considerarla poco adecuada y no consensuada. Un ejemplo que pone de manifiesto la poca consideración hacia un sector vital en Cataluña.
Después de unos días de tormenta provocada por una borrasca inesperada, dónde hemos visto “faroles” dignas de las mejores partidas de póker, llegó la calma gracias a la conocida política de mañana será otro día.
Tenemos un impuesto turístico, hecho y pactado de mala manera, que este año será simbólico pero el próximo grabará de manera considerable algunas empresas, segmentos o destinos. En este trayecto nadie ha sido capaz de dejar claro como se gastará el dinero recaudado, y mucho menos si servirá para poner remedio a algunos de los males y déficits que el sector sufre.
Los que llevamos años en este mundo del turismo tenemos la sensación que al sector le paso lo que al dicho catalán: en cada colada perdemos una sábana. Cada día más aportación a la sostenibilidad económica del país y a cada minuto menos apoyo para que esta muleta que es el turismo no se hunda. Uno de los pocos sectores que ni ha especulado, ni ha deslocalizado es hoy quien paga los platos rotos.
Demasiado a menudo podríamos hacer un perfecto paralelismo entre la relación España/Cataluña, y la relación gobierno/turismo. El hecho es que si se tiene la doble condición de catalán y de empresario turístico acabas teniendo la sensación de ser una vaca de ocho ubres. Pero cualquier ganadero sabe que más ubres no aportan más leche, es más, ponen en peligro la vida de la vaca.
Hasta la aplicación del nuevo impuesto, tenemos por delante una temporada turística que para unos y otros (recaudadores y pagadores) es fundamental. En plena depresión y recesión consumista del mercado interior, todas las expectativas estarán depositadas en Europa y esperar que la situación de la Mediterráneo turístico del norte de África y la convulsión griega, conviertan a Cataluña en un destino preferente parar los mercados emisores británico, centroeuropeo, nórdico, ruso y sobre todo francés.
Sólo así, desde algunas tribunas podrán explicar públicamente que baja el paro y que el país crece y recupera el aliento, y sólo así, los que deben pagar el próximo otoño, podrán hacerlo con el coraje suficiente para pasar otro invierno de padecimiento, sin echar el sombrero al fuego, ni esperar ninguna cruz en el pecho.
Martí Sabrià i Deulofeu